viernes, 29 de abril de 2016



Ya no controlo la continua infección en mi alma,
Siento como fluye, me agobia y paraliza,
Si solo una mirada basta,
¿Que será de mi si me habla?

Los latidos me acuchillan,
El liquido vital fluye por los agujeros de mi alma.
Se me escapan los suspiros,
Me arrebatan las palabras,
Si solo un saludo basta,
¿Que será de mi si me toca?

Como añoro iniciar la travesía,
Sobre los páramos olvidados de su espalda,
Si sólo basta una degustación,
De sus carnosas curvas color rubí,
Para que mi alma toque el éxtasis
¿Qué sera de mi si ya no está?



domingo, 24 de abril de 2016

Manchas

Me siento agotado, siento que mi realidad se altera, veo manchas en todas las direcciones que parecen algún tipo de caligrafía como si las cuatro paredes de mi habitación me estuvieran tratando de decir algo. Me acerco, intento tocarlas y al acercarme se esfuman de mi visión, cierro los ojos. Tenía que recuperar mi cordura y cerciorarme de que todo estaba bien; me sentía cansado y aun con los ojos cerrados me senté en mi cama para mirar otra vez las paredes antes de dormir, pero vi luz, una cantidad enorme de luz entró a mi habitación y no era por las ventanas, provenía de las paredes que tales manchas primero oscuras, ahora resplandecían. Emitían un aura casi celestial a tal punto que el suelo empezó a brillar también y ya no quería más, me recosté mirando al techo esperando seguir viendo la misma luz antes de darme por completo a Morfeo, y fue ahí cuando me percato que el techo no brillaba si no que se sumía en una intensa penumbra que se iba degradando cada vez más, hasta que solo eran tinieblas que se movían como un mar de petróleo, opacando la gracia de la luz que seguía incandescente bajo la lúgubre oscuridad que seguía transformándose. No dejé de mirar y al cabo de un rato se divisó una luz que formaba un ovalo que al momento de brillar en el medio del techo se sumergía como un submarino en un océano oscuro, pero fue cuando volvió lo que me dejo perplejo y todos los miedos y sustos de mi vida se concentraron en un escalofrío que no me dejaba moverme, la mancha de luz sobre la oscuridad regresó con un punto que se agrandaba sobre el centro de esta y completó su evolución. Era un ojo gigante sobre mis paredes que al observar mi cuarto luminoso me miró fijamente como el culpable de lo que para él, que nadaba en un vacío abismal, era una gran aberración. La oscuridad comenzó a derramarse sobre las paredes pero las manchas seguían ahí incandescentes, yo quería gritar y no me reaccionaba ningún musculo de mi cuerpo, la criatura comenzó a canalizar una energía extraña que absorbía la luz a través de su pupila creando un huracán de luz que iba desapareciendo y la habitación se  iba tornando turbia hasta que solo quedó brillando el asqueroso ojo que quita la vida, convirtiéndome en la presa de una criatura maligna que deambulando entre dimensiones se topó con mi conciencia que vagaba como alma en pena por estupefacientes, que alterando mi realidad me alejan un poco de esta soledad, a la que no tendré que volver más. 

Marcelo Alvarez.

sábado, 12 de marzo de 2016

-Sin Titulo-

"Estrellas fluorescentes adornan mi techo, contrastando la imponente oscuridad que me rodea dentro del cuarto que, sin ventanas me azota una corriente gélida dejándome inmovilizado. El brillo de los astros se desvanece, siento frío y voces cerca que replican mis pensamientos como intrusos que acechan mi mente,  miro alrededor y me hallaba en un campo abierto en algún lugar de mis pesadillas, acostado en una cama de maleza que al levantarme me cubría las rodillas. La luna omnipotente iluminaba la escena como un farol en una esquina de algún suburbio prohibido, me percaté que conocía ese lugar, pero no a las personas que me acompañaban; eran extrañas y no podía reconocer sus desfigurados rostros. Comencé a analizar el lugar donde me encontraba y frente a mí, a lo lejos, se hallaban pastando criaturas que parecían ser caballos, negros y corpulentos. A nuestro alrededor solo había una pradera interminable de color verde y tras de mi un bosque espeso y sombrío de troncos gigantes, una corriente que mecía sus ramas apareció de repente, la misma que inundaba mi cuarto. La noche era  fría y silenciosa, solo se oía el soplar del viento y el murmullo molesto de las personas que zumbaba como un ruido ensordecedor de un gentío que quebraba el silencio en el que nos encontrábamos, miré al frente y a pesar del ambiente helado, un escalofrío me sacudió por completo al darme cuenta de que las criaturas levantaban de uno en uno sus cabezas mirándonos fijamente desde la lejanía que nos separaba, pero eso no fue todo. Quedé petrificado en el momento que empezaron a lanzar ladridos imponentes que tronaban como relámpagos desgarrando el manto de estrellas que nos cubría, luego de tomar el control de mi cuerpo razoné que las criaturas no eran caballos, más bien parecían perros con un cuerpo desproporcionado. Aterrado comencé retroceder de espaldas sin perderlos de vista, hasta que las personas junto a mi observaron cómo me alejaba del grupo y sin poder decir nada levanté mi brazo en dirección a las bestias, apuntándolas. No podía creer que no las habían visto, al hacer ese gesto dieron vuelta sus cabezas y empezaron a gritar horrorizados y ese fue el peor error de todos, las criaturas lanzaron un aullido al cielo como lobos avisando a sus presas que serán cazadas. Tome la iniciativa y comencé a correr al bosque mientras todos me seguían, incluidas las bestias, que a pesar de estar a varios kilómetros eran muy veloces, corrían con una furia tal que desgarrarían las capas de la tierra con tal de encontrarte y cazarte hasta sumergirte en su instinto asesino. Aún estaban lejos, las demás personas no eran muy rápidas así que fui el primero en llegar y tuve tiempo de subir a un frondoso árbol para ocultarme mientras escuchaba cada vez más cerca los escalofriantes ladridos y a las personas entrando al bosque al son de gritos desgarradores corriendo por sus vidas. Subí cerca de la copa y las bestias estaban entrando al bosque en busca de sus presas, y luego de un rato el grito de dolor del primer cazado hasta que se armó la melodía de los mártires sin culpa que me permiten estar vivo en la copa de un árbol. De uno en uno iban cayendo mientras el miedo contaminaba la adrenalina y mi cuerpo sobre una ancha rama ya no sentía energía. Ahí, abrazado a mis rodillas quedé mirando como un par de esas bestias rasgaban poco a poco el viejo árbol intentando subir. El cielo se tornó de nubes y  la luna se escondió ellas, mi campo visual se redujo en el espeso bosque, sentía respiraciones cerca mío y dándome por vencido caí en un sueño sobre la copa de este titan de frondosas ramas esperando mi destino, cuestionando mi propósito, callando mi conciencia."

-Marcelo Alvarez